miércoles, 3 de junio de 2009

EL INFIERNO DE FRANCISCO CORREA SE LLAMA SOTO DEL REAL

CORRUPCIÓN | El cabecilla de la trama

Ficha policial de Paco Correa. | EL MUNDO

* Ya se le ha retirado el Protocolo de Prevención de Suicidios
* Cuenta con motivos para sentirse solo: no tiene quien le visite en prisión
* Paco Correa ya no es el personaje atildado y trajeado de antaño

Quico Alsedo | Madrid

El preso más célebre de la cárcel de Soto del Real (Madrid) sigue peinándose estoica y obstinadamente con gomina y hacia atrás. Pero su cabellera ya no es tan negra como relucía en la boda de Ana Aznar y Alejandro Agag, y en la trastienda de los actos del PP.

Ahora, el pelo de Francisco Correa está veteado de blanco, y su semblante, entre los barrotes de la cárcel, es "aún más huesudo" que el fotografiado hace un mes, cuando declaró ante el juez Antonio Pedreira y los flashes le cosieron a la puerta del juzgado.

Ya se le ha retirado el Protocolo de Prevención de Suicidios que gravitó sobre él durante varias semanas, pero los psicólogos han ordenado que "siempre esté acompañado". Aunque, para su desdicha, nunca por ninguno de sus familiares: "Su familia aún no ha venido a verle a Soto", al menos hasta el pasado sábado, dice una fuente que prácticamente comparte techo a diario con el principal imputado del caso Gürtel.

Correa, abogado aparte, cuenta con motivos para sentirse solo: no tiene quien le visite en prisión, aparte de las cuatro solicitudes puntuales que algunos amigos han hecho. Pero no desfallece: "Espero salir en tres o cuatro meses", ha comentado, "algo esperanzado", después de una visita de su defensor. Esta es, mientras la instrucción avanza, su vida entre rejas.

"Cuando llegó, se hundió. Vimos cómo la presión le iba machacando y hundiendo poco a poco. Es lo habitual, pero en su caso fue quizás más agudo por todo el tema mediático", cuentan personas muy cercanas. La llegada de Correa a Soto, el pasado mes de febrero, puso en guardia todos los dispositivos del penal. "Un preso tan señalado siempre genera mucha atención de los otros internos".

El peligro de ser grabado en la cárcel

Correa cayó en el módulo 1 de la absolutamente sobrecargada prisión, y empezaron los problemas: en ese mismo módulo, hace escasos meses, un recluso consiguió grabar, "probablemente con un móvil", a Antonio Puerta, agresor del profesor Jesús Neira. Las imágenes, tan suculentas mediáticamente, fueron emitidas por Tele 5 y seguramente reportaron pingües beneficios a su autor. ¿Y si sucedía lo mismo con Correa, aún hoy abrasado bajo todos los focos de la opinión pública?

En la cárcel, por supuesto, los presos no pueden tener teléfono móvil, "pero no hay forma de controlar que quienes les visitan se los pasen en los vis a vis: los desmontan en piezas, que se meten por cualquier parte, y nosotros no podemos cachear a un familiar si el arco metálico no suena, la legislación es muy garantista para ellos. Hay mil trucos", cuenta un funcionario de otro penal.

Ante el peligro de que Correa sea televisado en prisión, se le trasladó al módulo 9, "un lugar mucho más tranquilo", con 140 presos de los cuales "unos 80 acuden diariamente a talleres". No es el caso del empresario: "No ha solicitado participar en ninguna actividad, ni tampoco se le ha prescrito. Está, como decimos en la cárcel, aterrizando".

Correa, como los otros 139 internos de su módulo, se levanta cada día a las 8.00 de la mañana, "que es cuando los funcionarios hacen el recuento". A las 8.30 horas, apertura de celdas y desayuno. Después, ni deporte, ni cine, ni informática, como la mayor parte de sus compañeros: Correa prefiere pasar sus horas entre rejas en compañía de otro de los detenidos en 'Gürtel': Pablo Crespo Sabarís, secretario de Organización del PP gallego en los tiempos de Xosé Cuiña y, años más tarde, presidente de 'Special Events', una de las firmas en el ojo del huracán.

Un comportamiento exquisito

Crespo Sabarís fue detenido el mismo día que Correa, el de la explosión de 'Gürtel', y viene a ser el ángel de la guarda de éste en el penal. "Se les coloca juntos para que se den compañía mutua, cumplir con lo que dicen los psicólogos y evitar tentaciones, digamos... problemáticas", explica con un eufemismo alguien muy cercano.

La comida es a las 13.30 horas, a continuación hay siesta obligatoria y a las 16.30 se procede a abrir de nuevo las celdas. Cena a las 20.30 horas y, acto seguido, otra vez tras los barrotes: se cierran las celdas y hasta mañana.

Paco Correa ya no es el personaje atildado y trajeado de antaño, pero no ha descuidado su vestimenta: suele vestir polos "de marca" y "ahora que ya ha llegado el calor, se pone vaqueros". Su trato con los funcionarios que le controlan -siempre se le asignan los más veteranos, como a todos los presos señalados- es "no sólo muy fluido y correcto, sino exquisito. Es un caballero".

No ha solicitado nada especial, ni se ha quejado de la dureza evidente de sus condiciones de vida, marcadas por el extremo hacinamiento de Soto del Real, cuya tasa de ocupación es de un inconcebible 187% y donde, por cierto, se requisaron 12 pinchos, como los llaman los funcionarios, en 2008.

Pero lo más preocupante, con todo, es la blanca palidez del preso entre rejas. Un aspecto "cercano a la depresión" que preocupó y preocupa en la cárcel. "El Correa que todo el mundo pudo ver cuando declaró está ahora mismo aún más desmejorado, más demacrado. Le está costando adaptarse, aunque parece que ya ha tocado fondo".

Es el complicado presente, mientras avanza su procesamiento, de Paco Correa. De tocar el cielo del lujo y el poder, al infierno carcelario de Soto del Real.

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