Correa creció mientras el PP se hacía grande. El éxito de Aznar era el suyo. El poder de sus amigos le hizo rico, y supo recompensarles. Cuando Génova perdió las elecciones y le echó, él buscó refugio en Valencia y Madrid y lo encontró. Y seguía creciendo. De no ser por la denuncia de uno de sus compinches, al que dejó de pagar, su red, que se ha llevado decenas de millones de las arcas públicas, seguiría enriqueciéndose cerca del PP. a partir del sumario y de testigos, EL PAÍS reconstruye la trama que ha puesto contra las cuerdas al Partido Popular
CARLOS E. CUÉ y JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ
En un primer vistazo, pocos le hubieran reconocido. Andaba lentamente, con los ojos enrojecidos, despeinado, cabizbajo. Atrás quedaba la sede de la Audiencia Nacional, el despacho de Garzón, horas de declaración. En su camino, su mirada se cruzó con la de un amigo que había acudido a darle ánimos. Francisco Correa, esposado, escoltado por la policía y a pocos metros del furgón que le iba a transportar a su celda de la cárcel de Soto del Real, lo soltó entonces como quien se deja caer: "Estoy bien jodido". Hacía años, casi décadas, que no lo admitía. Posiblemente desde aquellos días de 1993 en que andaba también cabizbajo, deprimido, buscando fortuna. Una época en la que, después de varios intentos fallidos, Correa, agente de viajes, se acercó al poder. Primero al PSOE, donde fracasó; luego al PP, una formación que en aquel momento vivía horas bajas después de la segunda derrota electoral de José María Aznar frente a Felipe González. Ahí tuvo más suerte. Empezaba su historia.
El propio Correa cuenta que estaba arruinado y el PP, donde le acogieron Cascos y Bárcenas, le permitió hacerse rico
Correa es un conseguidor. Apenas invierte, vende sus contactos al mejor postor y compra políticos
El Gobierno de Aguirre ha utilizado mucho la red de Correa. Hasta para montar el Belén, que la presidenta supervisa
Ayudado por su "amiguito del alma" Camps, la empresa de 'El Bigotes' acumula contratos públicos-
El ex director de Canal 9 facilitó a la trama un contrato de la visita del Papa. Correa sacó de tajada un millón de euros
Según su propia declaración, conoció a Elvira Aznar, hermana del presidente del PP. En Génova entra en contacto con quienes le abrirían las puertas: Luis Bárcenas, entonces gerente, más tarde tesorero, fiel a Correa durante casi diez años, y Francisco Álvarez Cascos, secretario general. Los políticos viajan sin parar: convenciones, reuniones, visitas... el agente de viajes empieza a hacer dinero. Sabe que puede haber mucho más, y ofrece precios muy ventajosos. Correa descubre enseguida que un partido, que vive en un 90% de fondos públicos, funciona como una empresa: contrata con quien quiere, sin concurso, sin publicidad. Lo importante es llevarse bien con quien decide. Y él es un maestro en eso. Ahí empieza su conocida generosidad. Regalos, agasajos de todo tipo y viajes gratis. Hacía que los políticos hicieran viajes de familia, de novios, de placer, con su agencia y luego se negaba a cobrarles. Así les tenía en el bote. Pero lo apuntaba todo en su contabilidad B, la que le ha perdido.
Su especialidad: los relojes. Cuentan en el PP cuál era su técnica. "Te invitaba a comer y al final te dejaba una bolsa roja encima de la mesa. 'Ábrela en casa', decía". La red se llegó a gastar, según el sumario, 140.000 euros sólo en 33 relojes de lujo de la joyería Suárez para agradecer favores o pedirlos. Entre ellos la estrella, un Patek Philippe oro de 9.000 euros. Sus clientes no son millonarios, son políticos caprichosos con sueldos públicos y gastos de ricos, y Correa lo sabe. Como Guillermo Ortega, ex alcalde de Majadahonda. "Era un apasionado de los relojes; un apasionado no, un descerebrado", contó al juez el ex concejal Juan José Moreno, que explicó que Ortega tenía un armario en su casa "absolutamente bestial" lleno de relojes. Al menos media docena de ellos regalados por Correa.
Don Vito -así pide que le llamen sus empleados- agasaja a sus clientes, y al poco tiempo logra el gran salto. "Bárcenas me dijo: '¿Vosotros seréis capaces de organizar un mitin político?", explica Correa al juez. "Nunca lo hemos hecho, pero creo que sí", contesta. En poco tiempo, era como un dirigente más. Viajaba con Aznar a todas partes, organizaba las campañas electorales, se comportaba como un miembro de la cúpula e incluso trataba con altanería a algunos de los políticos de verdad -todos los periodistas que seguían al PP recuerdan su aire chulesco-. Ahora todos insisten en que apenas le conocían. Pero los periodistas, todos, dan fe de que estaba en todas partes, imposible de olvidar con su melena engominada.
La red se expande: el PP llega a La Moncloa
El PP gana las elecciones de 1996, y el imperio Correa empieza a crecer. Sus contratos se multiplican. Cuando llega la mayoría absoluta de 2000, las cosas mejoran aún más. "Una de las cuentas que teníamos entonces era la de AENA, porque Paco Cascos, con el que yo tenía cierta relación, me la dio. Era muy importante, se hacían Fitur y un montón de eventos", explica al juez. Tres empresas de la red, TCM, Special Events y Pasadena Viajes, facturaron 2,2 millones de euros a AENA entre 2000 y 2003, con Cascos de ministro.
Como él mismo reconoce, su especialidad son "las relaciones con políticos". Desde que el partido llega al Gobierno ya no sólo hacía todo en el PP nacional -eso es mucho negocio en una formación política que maneja actualmente un presupuesto oficial de 90 millones de euros anuales-, también logra expandirse. Tiene el apoyo de Bárcenas y del equipo de organización, la sexta planta de Génova, un área clave por la que han pasado casi todos los dirigentes importantes del partido, desde Javier Arenas hasta el propio Mariano Rajoy, que fue vicesecretario de organización y jefe de las campañas de Aznar en 1996 y 2000. Lo hace todo en Galicia, donde entabla amistad con Pablo Crespo, entonces secretario de organización del PP gallego y después su mano derecha, ahora encarcelado con él. Y empieza a trabajar para el PP de Madrid, de Castilla y León...
Pero no basta. El jefe quiere crecer. Y sabe que el dinero de verdad está en los ayuntamientos y las comunidades. No ha perdido el tiempo. En los mítines, mientras otros pasan el rato aburridos, él hace amigos. Y entre ellos, uno muy importante: Alejandro Agag. El propio Correa lo explica muy claro: "A los mítines van las bases del partido. En los polideportivos, en las plazas de toros, yo empecé a conocer a gente joven, de Nuevas Generaciones, e iniciamos una amistad con muchos de ellos que luego fueron alcaldes, y otros fueron ministros, y otro se fue a Europa, y otro se casó con la hija del presidente [Agag se casó en 2002 con Ana Aznar, y Correa, muy amigo del yernísimo, fue uno de los 20 testigos del matrimonio]". "Fuimos creciendo poco a poco", explica. Nunca, en los más de 60.000 folios del sumario, Don Vito deja tan clara una evidencia que no escapa a ninguno de los dirigentes del PP: la red corrupta de Gürtel fue creciendo con el partido. El éxito de Aznar era el éxito de Correa.
Su relación con la familia del presidente es intensa. Fue Agag quien le convenció, explica, para que pusiera a su ayudante, Álvaro Pérez, El Bigotes, a llevar los actos de Aznar. "Álvaro es el sobrino de Pajares. Y entonces me dijo Alejandro, ponle para que lleve los actos del presidente, y yo le dije, ¿pero tú estás loco?, uno que viene del mundo de Pajares... Bueno, pues lo pusimos y Ana Botella se enamoró de él, en el buen sentido, le encantó, y empezó a trabajar con él y tuvo un éxito tremendo".
Los paraísos fiscales
Pero no basta. Nunca basta. Correa quería hacerse millonario. Y lo logró. Sólo en Suiza se han detectado 21 millones de euros de la red. Pero para llegar hasta ahí no son suficientes los actos políticos, con ser un gran negocio. "Nadie se hace tan rico con las traseras (los escenarios de los mítines)", explica un presidente autonómico, "el dinero está en el ladrillo, lo sabe todo el mundo, y ahí es donde hay que buscarlo", concluye.
Correa también lo ve claro. Quiere hacerlo, pero, según su particular estilo, todo con empresas patrimoniales, siempre sin poner su nombre -para eso ya tiene a su testaferro favorito, su primo Antoine Sánchez-, y otras en paraísos fiscales para ocultar el dinero de su gran negocio: las comisiones. Correa es un conseguidor. No invierte apenas, gasta mucho en favores, regalos y sobornos, y vende sus contactos al mejor postor. Él conoce a los políticos. A veces les monta actos gratis a cambio de favores, otras hace de gancho y otras les presiona o directamente les paga para que den concesiones o licencias o recalificaciones a las empresas que entran en contacto con él. Sobre todo Constructora Hispánica y Teconsa. El caso de esta última empresa con la variante de Olleros de Alba es paradigmático. En el registro de la red ha aparecido el detalle perfecto de cómo funciona la corrupción. Teconsa se lleva la obra, y el 3% va en comisiones para Correa, el conseguidor. 120.000 euros sólo en una operación pequeña. Claro que toca repartir. Y eso a Don Vito nunca le importó. En la contabilidad B de la trama figuran las iniciales de los que compartían esa tarta. TO (que aparece también como TOTI), J, G, L... Algunos coinciden con las iniciales de los miembros del Gobierno de Castilla y León que adjudicaron la obra. Entre ellos, el entonces consejero de Fomento y hoy presidente de las Cortes, José Manuel Fernández Santiago, conocido por sus amigos como Toti. Él niega todo.
Correa quiere expandirse, multiplicar su red, crear sociedades pantalla. Pero necesita a alguien que sepa cómo hacerlo. Don Vito ya no es un don nadie. La gente sabe cómo se mueve con Aznar y su entorno, él se hace notar, presume de amistades. Todo el mundo le ha visto de impecable chaqué en la boda de la hija de Aznar en El Escorial, con Tony Blair y Silvio Berlusconi, testigos como él. Es amigo de Agag, hace todos los actos del presidente... Correa es ya en sí un gran negocio. Y a él se asocia un peso pesado, Luis de Miguel. Y después, cuando rompen, llega José Ramón Blanco Balín, que fue vicepresidente de Repsol, la segunda empresa de España. Otro gran amigo de José María Aznar, inspector de Hacienda como él. De Miguel se demuestra rápidamente como un genio del camuflaje. Crea y destruye empresas, coloca testaferros... Y Blanco Balín remata su trabajo. "Cuando la policía registró el despacho de Ramón Blanco, yo entré en un infierno, es mi administrador, ¿sabes?", le explica Correa a un socio en una conversación intervenida.
Agag no está, de momento, entre los imputados, aunque en la contabilidad B hallada al contable de la trama, José Luis Izquierdo, figura una casilla vacía de Excel y anotaciones sobre Agag referidas a pagos de viajes gratis total. Agag fue socio y muy amigo de Jacobo Gordon, otro de los delfines de Correa. "¿Pagas alquiler de oficina?", pregunta Correa a Gordon el 20 de enero de 2009. "No, lo paga Alejandro". En su declaración ante el juez Pedreira, Correa señala que conoció a Gordon a través de Agag. Los dos vivían entonces en Londres.
Responsabilidad 'in vigilando' de media cúpula
Correa se enriquece a la vista de todos. No disimula. Y algunos de sus amigos en Génova, también. Los compañeros de Bárcenas dicen ahora que a todos les llamaban la atención los viajes, los safaris de superlujo, el esquí extremo saltando desde un helicóptero, en alguien que no era más que un funcionario del partido. Pero nadie hizo nada. Al menos por responsabilidad in vigilando, la trama afecta a más de la mitad de la cúpula actual del PP. De hecho, todos aparecen, de una u otra manera, en el sumario, aunque a nadie se le imputa ningún acto ilícito. Javier Arenas y Ana Mato dirigían el equipo de organización. Rajoy se encargaba de las campañas de Aznar. Pío García Escudero fue jefe del PP de Madrid cuando todo se hacía con Correa, que le regaló un reloj, aunque él asegura que lo devolvió. Era además el presidente de Fundescam, que, según la contabilidad de la red hallada en los registros policiales, pagó parte de la campaña de Esperanza Aguirre en 2003, algo ilegal. Fundescam recibía dinero de empresarios, entre ellos Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, que se ha visto beneficiado por cambios de leyes madrileñas para sus concesiones de transportes públicos. Teóricamente debía gastarlo en cursos. Pero el sumario apunta a que lo gastaba en campañas electorales. Presunto delito electoral, porque la financiación ilegal no existe como tal.
Dolores de Cospedal, la actual secretaria general, lo ha explicado de manera sui géneris. Sostuvo ante Iñaki Gabilondo, en CNN+, que mientras estaban en el Gobierno, el PP "descuidó el partido". Una acusación directa para Álvarez Cascos y el propio Arenas, que fueron secretarios generales mientras Aznar gobernaba.
Un ex ministro de ese Ejecutivo tiene una explicación mucho más dura. "El PP, como el PSOE, está pensado para gobernar. Y nunca lo había hecho hasta 1996. Cuando se llega ahí, todo el mundo quiere estar en el Gobierno, tocar poder, ver cómo es eso. Entre los que no lo consiguen y se quedan en el partido como gente en la sombra, algunos se frustran rápido, empiezan a sentir envidias, y, ya que no tienen poder, es fácil que empiecen a pensar en conseguir otro tipo de cosas. Y si ahí hay un listo, y Correa lo es, sabe que son fáciles de corromper".
El PP pierde las elecciones: empiezan los problemas
La red está en la cima en 2004. Cada vez tiene amigos más importantes, el PP va a volver a ganar, el negocio es seguro.
Pero, contra todo pronóstico, Rajoy cae derrotado en las elecciones de 2004. Y con la derrota vienen los problemas. Los partidos en la oposición tienen mucho menos dinero, y sobre todo tienen muchos menos favores para repartir. Correa empieza a ponerse nervioso. Hay que alimentar a la fiera como sea. Y empieza a cometer errores. O desde Génova empiezan a cuidar un poco más el corral.
Rompe con Agag -"dejamos de ser amigos hace seis años", le explica al juez, esto es, en 2003-2004- y se va de la lengua, como casi siempre, pero esta vez había alguien mirando. En Génova deciden cortarle el grifo. Hay denuncias de que se está aprovechando de sus contactos en el PP para hablar en nombre del partido pidiendo recalificaciones y favores en ayuntamientos de la sierra de Madrid. La cúpula, ya dirigida por Rajoy, que nunca se ha encargado de los asuntos del dinero, según confesión propia, decide romper con ellos. Aunque a nadie se le pasa por la cabeza denunciarlos a la policía. Los trapos sucios se lavan en casa. O no se lavan. A Luis Bárcenas le toca la parte más fea. Tiene que decirle a su amigo, su socio incluso en algunos negocios -la investigación ha constatado al menos una empresa conjunta-, que ya no va a hacer todos los actos del PP. Correa monta en cólera. A sus colaboradores empieza a decirles que Bárcenas es un cabrón, un desagradecido, después del dinero que le ha dado. "Yo a Bárcenas le he llevado 1.000 millones de pesetas. Yo, Paco Correa, le he llevado a Génova y a su casa. Líquidos, yo sé cómo lo tiene, yo sé cómo lo saca de España... en paraísos fiscales", llega a decir en una grabación. Ante el juez explica que le han malinterpretado, que quería decir que ha ahorrado al PP más de mil millones de pesetas. "Yo, a veces, cabreado, porque soy una persona con mucho carácter, digo cosas que se malinterpretan", se justifica. Dice que a Bárcenas le llevaba muchos sobres, sí, pero con billetes de avión, porque "viajaba todo el tiempo". "Tiene usted una forma difícil de expresarse, le tiene que haber originado muchos disgustos", ironiza el fiscal. "Tiene usted razón", contesta Correa.
Correa busca soluciones: amigos en Madrid
La red se reorganiza. Correa inventa una estratagema para seguir en Génova. Ficha al secretario personal de Aznar en La Moncloa, Antonio Cámara. Sus vínculos con el aznarismo son inagotables, y aún le dan una alegría. Rajoy, que siempre insiste en público en que dejó de trabajar con ellos en 2004, contrata a Correa, a través de Cámara, para hacer la campaña del referéndum de la Constitución Europea en 2005. "El que llamaba aquí era a Antonio Cámara, creíamos que no tenía relación con Correa", se justifican en Génova. Es difícil imaginar que el omnipresente Correa pudiera hacerse invisible. Cámara aparece en el sumario como perceptor de 90.000 euros en sobornos.
Pero el grifo de Génova, donde empiezan las peleas internas después de la derrota electoral y la pérdida del poder, se agota. Siempre habilidoso y convencido de que la política es su negocio, Correa busca refugio. Aún tiene muchos amigos. Jesús Sepúlveda, el que fuera organizador de todos los actos del PP con Aznar, es tan amigo del ex presidente -trabajó para él ya en Valladolid cuando era presidente de Castilla y León, con su entonces esposa, Ana Mato- que lo ha colocado en 2003 sin problemas como alcalde de la ciudad en la que vivirá al dejar La Moncloa, Pozuelo de Alarcón. El municipio con el nivel de renta per cápita mayor de España es un gran negocio. Sepúlveda domina tanto ese municipio que logró un alquiler muy ventajoso de una casa de 500 metros en La Finca, la urbanización de superlujo en la que vive Cristiano Ronaldo. Allí vive aún, a pesar de que en este momento sólo ingresa un sueldo del PP que Rajoy decidió pagarle hace pocos meses porque era trabajador del partido en excedencia y pidió el reingreso. El líder le hizo un contrato como asesor, aunque en realidad cobra sin hacer nada.
Con el aznarista Sepúlveda, Correa ensaya la fórmula que expandirá a otros ayuntamientos madrileños. Sobornos y regalos a cambio de concesiones, como la Oficina de Atención al Ciudadano. El sumario atestigua que al imputado Sepúlveda la red le regaló un Jaguar y un Range Rover, además de un televisor de plasma y varios viajes gratis. Según la contabilidad B de Correa, Sepúlveda, primero en sus años de hombre de aparato de Génova y después como alcalde, recibió más de 400.000 euros en sobornos. La red organizaba pagos de salarios mensuales a sus mejores contactos políticos. En el caso de este amigo de Aznar y de Correa, según los investigadores se produjo "una cierta asimilación entre empresa y partido", esto es, no estaba claro si trabajaba para el PP o para la red.
La expansión inmobiliaria y los contratos de Aguirre
Correa ficha a otros alcaldes. Madrid está en plena expansión inmobiliaria, hay negocios por todas partes, y los primeros ediles controlan las recalificaciones y las ventas de suelo público, que harán millonarios a decenas de españoles. Es la era del ladrillo y Don Vito sabe moverse como nadie en el mundo de esos alcaldes que eran dirigentes de segunda fila y ahora tienen un enorme poder. En Boadilla, Arturo González Panero, el Albondiguilla, le proporciona jugosos contratos para sus empresas amigas. Y Correa le regala 10.000 euros en trajes -"es uno de esos alcaldes que no saben vestir", ironiza en una grabación-, 1.300 en zapatos, televisores de plasma, viajes... En Arganda ficha a dos. El alcalde, Ginés López, se habría llevado más de 500.000 euros en sobornos, y el teniente de alcalde, Benjamín Martín Vasco, un aguirrista de pro que llegó incluso a presidir la comisión de investigación del espionaje despreciando a la oposición, se llevó casi 350.000 euros de la trama. No sólo en dinero. A Martín Vasco le regalaban relojes y todo tipo de viajes, incluido el de bodas, a la Polinesia. El generosísimo Correa pagó incluso el banquete de la boda.
Correa no se conforma. Quiere más. La Comunidad de Madrid es un pastel jugoso. Él había organizado la campaña electoral de Esperanza Aguirre y el congreso que la aupó a la presidencia del PP madrileño en 2004. Fue por orden de Pío García Escudero, señalan en el entorno aguirrista. Pero con la llegada de Francisco Granados al partido, y la salida de García Escudero, pierde esa cuenta. Cada político tiene sus empresas de confianza, sus amigos, su juego. Perdido el partido, Correa apunta al Gobierno. Y gana. Allí tiene a un buen amigo, Alberto López Viejo, un íntimo de Aguirre, el que lleva todos sus actos. La presidenta es fanática de la imagen, de los actos públicos. Gasta mucho en eso. Y le pide que los organice a López Viejo, un oscuro concejal del Ayuntamiento de Madrid que ella ha recuperado, hasta convertirlo en consejero de Deportes. Todos los consejeros lo saben: si hay un acto y ella acude, es López Viejo quien se encarga. Y con él su amigo Correa. Más de 500 contratos hace el Gobierno de Madrid, todas las consejerías, con la red. Aguirre sostiene que él la engañó, que ella no sabía que detrás de los actos estaba Don Vito. Lo cierto es que su Gobierno ayudó a hacer rico a Correa con decenas de contratos opacos y troceados por debajo del límite legal de 12.000 euros para no tener que hacer concurso. El contacto de la red con la presidenta, a través de Felisa Jordán, una empleada de Correa, era tal que cada mañana alguien del equipo de Aguirre se ponía de acuerdo con ella para que las traseras combinaran con el color del traje que elegía la presidenta. El Gobierno madrileño contrató con Correa incluso el montaje del tradicional belén de la Puerta del Sol, eso sí, con contratos despiezados, de menos de 12.000 euros. Aguirre, que alega desconocimiento, seguía este asunto con mucho detalle. Los montadores recuerdan sus manías por cambiarlo todo. En 2007, el belén que visitan los madrileños se quedó unos días sin Niño Jesús. La presidenta había ordenado cambiarlo. "Lleva las cejas pintadas, es muy grande y tiene los ojos cerrados, que lo quiten", dijo sin contemplaciones. Y lo quitaron.
Más salidas: a Valencia con el amigo Camps
Correa tiene ya sus tentáculos por todas partes, se ha recuperado sin problemas pese a haber perdido el negocio de Génova. Pero no basta. Se está haciendo tan rico que compra varias máquinas para contar el dinero negro que le llega, pero quiere más. Discurre y recuerda algo importante. Alvarito, El Bigotes, tiene una relación personal espléndida con Francisco Camps. El valenciano era otro de los desconocidos hombres del aparato de Génova, lejos del poder del Gobierno, pero en 2003 le había tocado la lotería, políticamente hablando. Supo aprovechar la retirada de Eduardo Zaplana, llamado por su amigo Aznar a Madrid para que fuera ministro de Trabajo, y se colocó como presidente de la Generalitat. Una bicoca. Partido y Gobierno juntos, mayoría absoluta... la especialidad de Correa.
El Bigotes toca a Camps, que acepta encantado. Tanto, que ordena que todos los actos del PP valenciano los haga El Bigotes. Mucho antes de que Ricardo Costa llegue a secretario general, en 2007, Pérez ya lo hacía todo. Por orden de Camps, coinciden todas las fuentes del PP valenciano consultadas. "Cuando Álvaro dejó de trabajar para Mariano Rajoy, Paco Camps se lo llevó a Valencia y trabaja allí y le hace las campañas", explica Correa al juez. Pérez, madrileño, decide trasladar su residencia a Valencia, donde está su amigo y, con él, el negocio seguro de la política. Su relación con el presidente y especialmente con su esposa, Isabel Bas, es de intimidad total. En una conversación incluso se explica que Pérez está preparando las obras de la farmacia de Bas con un contacto suyo. En otras, cuando hay algún problema de dinero, señala "depende de la cara que me ponga Vicente [Rambla, vicepresidente de la Generalitat] le voy a decir que se lo voy a mandar con Isabel vía farma", esto es, que va a ir a la farmacia a arreglarlo con la mujer de Camps.
Como hizo con Aznar, El Bigotes se concentra en caer bien a las mujeres de los políticos. Es su estrategia, y funciona. En una conversación con su esposa, ex mamma ciccio, Pérez explica que se está camelando a la mujer de Juan Vilallonga, otro personaje próximo a Aznar -fueron compañeros de pupitre en el colegio del Pilar y lo colocó como presidente de Telefónica-, porque puede ser el próximo presidente del Real Madrid y eso es negocio seguro. La complicidad de El Bigotes con la familia Camps llegó a tanto que tenía más poder que algunos consejeros, señalan en el PP valenciano. Tanto como para que Ricardo Costa le diga en una conversación, cuando el otro le cuenta que va a cenar con Camps: "Dile al presidente que me ponga en el Gobierno".
La financiacion irregular en Valencia
La red sigue ampliando negocios. De los contratos del PP pasa a trabajar para la Generalitat. Se convierte en la empresa favorita del Gobierno. Y esa complicidad acaba en posible financiación ilegal. Es lo que trata de probar un informe de la Brigada de Blanqueo de Capitales fechado el 29 de julio de 2009. La causa da un giro con su aparición. Ya no eran trajes regalados a Camps -más de 12.000 euros-. La policía descubrió que al menos cinco empresas (una de ellas, Sedesa, del sobrino del vicepresidente del Gobierno valenciano, Juan Cotino) entregaban sumas de dinero para pagar actos del PP de Valencia. Al menos 6,3 millones de euros llegaron a la red Gürtel en Valencia por esta vía. Todo en dinero negro. Es lo que en puridad se llama un delito electoral.
Los contratos se concedían "como contraprestación a los favores realizados para la fuerza política, concretados en el pago de actos políticos". La policía descubre un sistema "de doble facturación y financiación irregular". Orange Market, la empresa de la trama corrupta que organizaba los actos, hacía una factura real (con IVA) a la que llamaba deuda Alicante y otra (sin IVA y que no aparecía en el reflejo contable) a la que denominaba deuda Barcelona ("en referencia a que se ingresa en la caja B"). Y pasaban al cobro a las empresas constructoras por actos que eran del PP.
Era el remate, la siguiente estación del viacrucis de Gürtel, según analizan los dirigentes populares: cuando los jueces empiecen a imputar a gente por este asunto, tendrán que rodar cabezas en Valencia. Esta comunidad ha sido un quebradero de cabeza para Rajoy, sobre todo desde que EL PAÍS publicó dos conversaciones muy comprometidas, grabadas por orden judicial, entre El Bigotes y el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, que nadie en el PP, y pocos fuera de él, han olvidado. Era la Nochebuena de 2008 y los Reyes de 2009. Pocos días antes de que estallara el caso, lo que demuestra que de no ser por la investigación, Correa y Pérez habrían seguido haciéndose ricos gracias a sus amigos valencianos. El PP tembló cuando leyó esas palabras de Camps a Pérez: "Te quiero un huevo, amiguito del alma, tenemos que quedar para hablar de lo nuestro, que es muy bonito". Hasta ese día, Camps había negado que El Bigotes fuera su amigo, y su entorno señaló que había acudido a su boda, una fiesta por todo lo alto en el Veles e Vents, una instalación portuaria de la Copa del América, "como va a otras muchas bodas". Camps nunca ha explicado esa conversación. Su entorno se limita a hablar de "montaje". Él lo llama "el lío". Pero nunca ha respondido a una pregunta sobre su amistad con El Bigotes. Y aún hoy sigue huyendo de los periodistas.
El Bigotes trasladó a Valencia la política que había aprendido en Madrid con Correa: para regalos a políticos, siempre hay dinero. Es una inversión segura. Llegó incluso a convencer a su sastre de confianza, José Tomas, director de ventas en la tienda de Milano de la calle de Serrano, a sólo unos metros de la sede central de las empresas de Correa, para que viajase a Valencia a tomar medidas al propio Camps. Cuando el presidente viajaba a Madrid, Tomás se iba a su habitación del Ritz a tomarle medidas y probarle trajes. Era un cliente exigente, que incluso obligó al sastre a buscar por todas partes una trabilla especial, llamada italiana. En la contabilidad de la red figuran regalos de trajes a varios políticos: el ex asesor del gabinete de la Consejería de Turismo Rafael Betoret, el ex secretario general del PP valenciano Ricardo Costa, el ex vicepresidente Víctor Campos y Pedro García, director de Canal 9, la televisión pública de la región.
Correa controlaba el negocio de Orange Market en la distancia a través de su contable en Madrid, José Luis Izquierdo, quien a su vez anotaba en la caja B de toda la red empresarial los ingresos de dinero negro de la firma que dirigía El Bigotes. Y con las técnicas lisonjeras y su amistad con Camps, no tardó en acumular contratos públicos. Desde que se trasladó a Valencia en abril de 2004, Orange Market creció vertiginosamente. Los políticos para los que preparaba actos públicos eran los mismos que gobernaban en la administración que le adjudicaba contratos. En 2005, el Gobierno de Camps le adjudicó montar el pabellón valenciano en la Fitur de Madrid. Un millón de beneficios. Y en los cuatro años siguientes también lo consiguió. En Valencia empezaba a vérsela como la empresa cabecera del PP de Camps. Más de ocho millones en contratas a dedo logró Orange Market del Gobierno valenciano entre 2004 y 2008, de sus distintas consejerías. Especialmente de la de Turismo, durante el mandato de Milagrosa Martínez, La Perla (así llama ella a sus interlocutores, de ahí su apodo), a la que regaló un reloj de 2.400 euros. Ella, hoy presidenta de las Cortes -en Valencia no ha dimitido nadie aún, al contrario que en Madrid o en Génova-, estaba agradecidísima y le concedía la organización del stand de la Comunidad en Fitur. A cambio, desde Orange Market salieron miles de euros en regalos para los altos cargos y sus mujeres. Pérez dio dádivas a los padres, hijas, al propio Camps y a su esposa, Isabel, Isa para El Bigotes. Pulseras, medallas, un robot de 1,800 euros... "Con el mío [con mi regalo] te has pasado 20 pueblos...", le dice Isa a El Bigotes en otra conversación grabada el 7 de enero de 2009.
El sumario del juez Pedreira ha aflorado conversaciones con otras esposas. Como Pilar, mujer del actual vicepresidente, Vicente Rambla.
Álvaro: "Yo tengo una cosa para ti y otra cosa para Vicente. Para Vicente le he puesto carbón sobre todo, pero luego tengo, el domingo le daré a tu hija y a tu hijo un regalo, porque he hecho un regalo muy especial para los hijos de la gente que quiero, ¿vale?".
Pilar: "Ah, mira, qué bonito".
Álvaro: "Vale, pero a mí no me importa darle lo de tu hija y lo de Vicentito, dároslo el domingo, delante de Pedro y de Lourdes, no me importa, pero tengo un detalle para ti que no te lo quiero dar delante de nadie, te lo quiero dar a ti solita".
Pilar: "Vale".
Ambición desmedida: la visita del Papa
Pedro García, fiel escudero de Camps al frente de Canal 9, logró que el caso Gürtel no existiera para la televisión pública, para bochorno de los trabajadores. Por poner sólo un ejemplo, cuando Rajoy se reunió con el presidente en Alarcón para pedirle que tomara medidas ante el escándalo, para Canal 9 habían hablado "de la crisis económica". Todas las televisiones de España hablaban de posibles dimisiones en Valencia; Canal 9 exhibía a Camps pidiendo la dimisión de Zapatero. García era muy amigo de El Bigotes, hasta el punto de que éste le montó una fiesta por todo lo alto en Marraquech (con aviones privados de la familia Cotino y aerotaxis) por su 40º cumpleaños. Y supo ser agradecido.
En abril de 2006, el Papa visitó Valencia. Camps había luchado mucho por esa visita. Incluso viajó a Roma, vestido por El Bigotes, para organizar los preparativos. García, en un contrato inaudito, adjudicó la sonorización e instalación de las pantallas de imagen del Papa a Teconsa, una constructora de Castilla y León que no tenía ni idea de sonorizaciones. Pero, eso sí, tenía a Correa y sus contactos. Teconsa subcontrató con una firma sevillana que sí sabía. Total, 6,3 millones de euros costó el asunto a Canal 9, que se nutre del dinero de los valencianos con una enorme deuda. Los sevillanos lo hicieron por 3,1 millones. El resto, a repartir. Una parte a Teconsa, y al menos un millón al bolsillo de la trama, limpio de polvo y paja, sin invertir un duro, sólo por sus contactos con Camps y García. Este último dejó Canal 9 poco antes de que se conociera el escándalo del Papa. Cuando el juez pidió la documentación, vio venir la presión y se apartó, pero oficialmente nunca se ha reconocido ninguna irregularidad.
Sin ninguna experiencia en la Comunidad Valenciana, El Bigotes se hizo, pocos meses después de abrir su empresa, con la elaboración de una guía de la comunicación (12.000 euros), la organización del segundo congreso de Software libre (cuatro contratos de 12.000 euros), el tercer Open de Tenis (11.900), una exposición de parques naturales (11.900). En plena fiesta del despilfarro, llegó a facturar ese año 150.000 euros a la Generalitat por un almuerzo multitudinario en Madrid. Igual que en la Comunidad de Madrid, desde la Generalitat se troceaban los contratos para adjudicarlos a dedo a El Bigotes.
Camps se ha salvado, de momento, de tener que sentarse en el banquillo de los acusados por cohecho impropio gracias a que un juez al que él mismo definió en público como "más que amigo", Juan Luis de la Rúa, sumó su voto al de otro juez del Tribunal Superior, y por un dos contra uno (hay tres jueces) le exoneraran de recibir regalos en función del cargo. El asunto está ahora en el Tribunal Supremo, gracias a un recurso de la Fiscalía Anticorrupción, y se votará el día 12 de mayo. Su futuro judicial es incierto, porque, aun en el caso de que el Supremo le salvase de la causa de los regalos y los trajes, el juez Pedreira investiga en este momento un informe de 500 páginas que describen una trama de financiación del PP de Valencia en la que hay denunciados más de una decena de altos cargos, entre ellos Camps. Las pesquisas de Pedreira avanzan.
La crisis final: todo por la denuncia de un socio
Si todo iba tan bien, ¿qué le falló a Correa? Murió de éxito. Se creyó tan invencible que cometió errores. Primero, dejar de pagar los 3.000 euros mensuales que, como a otros muchos políticos, ingresaba a dos concejales de Majadahonda, José Luis Peñas y Juan José Moreno. Correa llegó incluso a colocar a su mujer como jefa de gabinete del alcalde de Majadahonda. Pero Aguirre lo acabó echando por una polémica con la venta de unos terrenos públicos. Aun así, le subió el sueldo de 12 a 17 millones de pesetas al nombrarle gerente del Mercado Puerta de Toledo. Peñas y Moreno, que acabaron en el Grupo Mixto y expulsados del PP, dejaron de ser interesantes para Correa cuando, en las elecciones de 2007, financiados por él -se gastó unos 50.000 euros, parte en jamones para invitar a los votantes-, no sacaron ni 100 votos como independientes con Corporación Majadahonda. No sabía que Peñas llevaba meses grabándole sus fanfarronadas, sus relatos sobre sobornos, contratos, amigos, chanchullos. Cuando Peñas acudió a la fiscalía, los investigadores comprobaron que muchas de esas fanfarronadas eran ciertas. Se trataba de un caso de corrupción en toda regla. El mayor escándalo en la historia del PP, peor incluso que el caso Naseiro, que también acabó con la cabeza del tesorero. El juez Garzón autorizó grabaciones de la policía que confirmaron la denuncia. Y decidió a detener a los cabecillas cuando, en una conversación, intuyó que Correa estaba preparando una estrategia para obtener la nacionalidad panameña y huir del país para disfrutar de sus millones.
Los datos demuestran que fue Peñas, y no Aguirre ni una investigación oficiosa ni arbitraria de la policía, quien destapó la trama Gürtel. De hecho, unos años antes, Peñas había ido con su compañero Moreno a tratar de entregar a Aguirre un dosier donde se describían corruptelas en la zona norte de Madrid. Se negó a recibirles. "No quiero ver a esos dos hijos de puta", se le oyó decir con la puerta entreabierta.
Si Peñas ya había visto cosas raras, delictivas, mientras compartía despacho en Majadahonda con la mujer de Correa, sus largas charlas, almuerzos y viajes acompañando a Don Vito terminaron asqueándole, dice. Le invitaba al chalé de Sotogrande, Cádiz, con barco y atraque propios; al de Ibiza, que Correa compró por tres millones y medio y reformó ilegalmente con otros tres más; a la finca de Pozuelo, su residencia habitual en Madrid, cercana a la actual casa de Ronaldo...
Correa vivía como lo que es, un millonario, pero nada estaba a su nombre. Bueno, sí, una moto Suzuki. El sumario ha destapado que llevaba diez años sin existir para Hacienda. Pese a que se le calcula un patrimonio, en España y en el extranjero, superior a los 50 millones de euros, no ha declarado nada al fisco desde 1999. Tenía testaferros y sociedades pantalla para todo: todoterrenos de lujo, chófer personal, secretarias, asesores... Y prostitutas de alto standing por doquier. El juez Pedreira ordenaría tiempo después, ya en plena investigación, eliminar del sumario grabaciones de conversaciones comprometedoras, no sólo para Correa. Y fotografías de orgías, captadas por ellos.
Peñas buscó pruebas, y las encontró. Forzaba almuerzos con Correa, en el restaurante Sorolla, y luego copas en el hotel Fénix, centro de intercambio de sobres con dinero de la trama. Don Vito quería parecer un hombre por encima del bien y el mal. Precisamente él, que se avergonzaba de su padre porque la empresa familiar de zapatos fue a la quiebra. Él, que no había estudiado, lo tenía todo.
Dos años tardó Peñas en juntar las pruebas, desde finales de diciembre de 2005 hasta finales de 2007. Ni de lejos podía imaginar Don Vito que él, que había intentado incluso utilizar un vídeo en el que se veía a Rajoy en un descanso de una convención política hablando con Xesús Palmou mientras criticaban a Manuel Fraga -"el viejo está gagá"-, estaba siendo objeto de su misma medicina. Todos sus encuentros con Peñas eran registrados en una grabadora que escondía "en el bolsillo de su chaqueta, del pantalón, en un portafolios"... "Llegué a pasar miedo alguna vez por si se daban cuenta", confiesa Peñas.
El principio del fin de Correa tiene una fecha: diciembre de 2007. Peñas le ha grabado kilómetros de conversaciones. Y decide dar por cerrada la caza de Correa cuando cree que tiene suficiente material. La última conversación que le graba es la de los 1.000 millones de pesetas a Bárcenas.
Se acabó. Garzón ordena detenciones: el 'pen drive'
Los policías empiezan a cuadrar las piezas. Cae el asunto en el Juzgado Central de Instrucción 5 de Madrid, el de Baltasar Garzón. ¿Por qué? Porque Garzón tenía una pieza separada en su juzgado sobre una investigación de Luis de Miguel, el experto en paraísos fiscales que asesoró a Correa hasta que llegó Blanco Balín.
"Hay pruebas sobradas contra todos los que son. Y es muy probable que salieran otros que son y que aún no están", señalan fuentes de la investigación. El 6 de febrero de 2009, por orden de Garzón, se producen las detenciones de Correa, su primo Antoine Sánchez y el número dos de la trama, Pablo Crespo. Poco antes, la policía se había presentado en las oficinas madrileñas de la trama, en la calle de Serrano, 40, y en la de Martínez Campos.
Los empleados casi les estaban esperando, pero de nuevo un error hundió a la red. Llamaron al interfono y enseguida se corrió la voz de que era la policía. A José Luis Izquierdo, contable de Correa, sólo le dio tiempo a cerrar la mano bien fuerte para ocultar un pen drive que guardaba en su cajón. Tras una hora de registros, un agente notó que ese hombre nunca abría la mano. Le obligó a hacerlo, y ahí estaba. Los agentes acababan de toparse con dinamita pura.
Allí, y en una libreta azul que más tarde incautaron los agentes a Izquierdo, estaba casi todo. Parte de las cuentas B, el dinero negro de la trama Gürtel. Pero con un inquietante añadido: la relación de altos cargos del PP, unos con sus nombres completos y otros con iniciales, como L. B., o Luis El Cabrón, para tapar, según los investigadores, al tesorero del PP Luis Bárcenas, a los que la trama habría sobornado para sus fechorías. Y otras como las de A. L. V., por Alberto López Viejo, el organizador de los actos de Aguirre. La investigación soñada. Nunca un asunto de un entramado de empresas estaba tan claro desde el principio, aunque la instrucción lleva un año trabajando y se han encontrado muchas más pruebas, además de los interrogatorios.
Los registros siguieron, y en Valencia, en la sede de Orange Market, también hubo suerte: estaba toda la contabilidad B de la empresa, con los detalles de la financiación irregular del PP -había hasta mensajes de correo electrónico en los que un contable de Madrid pedía a otro de Valencia "donde pone PP Valencia, pon Ortiz Construcciones"-. Ese fin de semana, en el que El Bigotes bautizó, pese a todo, a su hija, pero sin el padrino esperado -Correa estaba en la cárcel- se acabó la estrella de Don Vito. Y empezó la pesadilla del PP y de su líder, Mariano Rajoy, que aún no ha acabado. Sobre todo por Valencia. Camps puede acabar en el banquillo en menos de un mes, con la decisión del Supremo, y en Génova muchos creen que habrá que ir pensando en otro candidato. Además, aseguran, hay que depurar el PP valenciano, donde pocos escapan a la mancha de Gürtel.
El caso no está ni mucho menos acabado. Es más, está al principio. De hecho, ni siquiera se ha levantado aún el secreto del sumario en el Tribunal Supremo, y Pedreira tampoco ha desvelado la parte que se refiere al blanqueo masivo de capitales. Un veterano dirigente, bregado en el Gobierno y en la oposición, lo resume así: "Zapatero no supo ver la crisis económica que se le venía encima. Mariano no quiso entender que Gürtel era muy grave. A los dos les acompañarán siempre esos errores, la política es así de dura".
El propio Correa cuenta que estaba arruinado y el PP, donde le acogieron Cascos y Bárcenas, le permitió hacerse rico
Correa es un conseguidor. Apenas invierte, vende sus contactos al mejor postor y compra políticos
El Gobierno de Aguirre ha utilizado mucho la red de Correa. Hasta para montar el Belén, que la presidenta supervisa
Ayudado por su "amiguito del alma" Camps, la empresa de 'El Bigotes' acumula contratos públicos-
El ex director de Canal 9 facilitó a la trama un contrato de la visita del Papa. Correa sacó de tajada un millón de euros
Según su propia declaración, conoció a Elvira Aznar, hermana del presidente del PP. En Génova entra en contacto con quienes le abrirían las puertas: Luis Bárcenas, entonces gerente, más tarde tesorero, fiel a Correa durante casi diez años, y Francisco Álvarez Cascos, secretario general. Los políticos viajan sin parar: convenciones, reuniones, visitas... el agente de viajes empieza a hacer dinero. Sabe que puede haber mucho más, y ofrece precios muy ventajosos. Correa descubre enseguida que un partido, que vive en un 90% de fondos públicos, funciona como una empresa: contrata con quien quiere, sin concurso, sin publicidad. Lo importante es llevarse bien con quien decide. Y él es un maestro en eso. Ahí empieza su conocida generosidad. Regalos, agasajos de todo tipo y viajes gratis. Hacía que los políticos hicieran viajes de familia, de novios, de placer, con su agencia y luego se negaba a cobrarles. Así les tenía en el bote. Pero lo apuntaba todo en su contabilidad B, la que le ha perdido.
Su especialidad: los relojes. Cuentan en el PP cuál era su técnica. "Te invitaba a comer y al final te dejaba una bolsa roja encima de la mesa. 'Ábrela en casa', decía". La red se llegó a gastar, según el sumario, 140.000 euros sólo en 33 relojes de lujo de la joyería Suárez para agradecer favores o pedirlos. Entre ellos la estrella, un Patek Philippe oro de 9.000 euros. Sus clientes no son millonarios, son políticos caprichosos con sueldos públicos y gastos de ricos, y Correa lo sabe. Como Guillermo Ortega, ex alcalde de Majadahonda. "Era un apasionado de los relojes; un apasionado no, un descerebrado", contó al juez el ex concejal Juan José Moreno, que explicó que Ortega tenía un armario en su casa "absolutamente bestial" lleno de relojes. Al menos media docena de ellos regalados por Correa.
Don Vito -así pide que le llamen sus empleados- agasaja a sus clientes, y al poco tiempo logra el gran salto. "Bárcenas me dijo: '¿Vosotros seréis capaces de organizar un mitin político?", explica Correa al juez. "Nunca lo hemos hecho, pero creo que sí", contesta. En poco tiempo, era como un dirigente más. Viajaba con Aznar a todas partes, organizaba las campañas electorales, se comportaba como un miembro de la cúpula e incluso trataba con altanería a algunos de los políticos de verdad -todos los periodistas que seguían al PP recuerdan su aire chulesco-. Ahora todos insisten en que apenas le conocían. Pero los periodistas, todos, dan fe de que estaba en todas partes, imposible de olvidar con su melena engominada.
La red se expande: el PP llega a La Moncloa
El PP gana las elecciones de 1996, y el imperio Correa empieza a crecer. Sus contratos se multiplican. Cuando llega la mayoría absoluta de 2000, las cosas mejoran aún más. "Una de las cuentas que teníamos entonces era la de AENA, porque Paco Cascos, con el que yo tenía cierta relación, me la dio. Era muy importante, se hacían Fitur y un montón de eventos", explica al juez. Tres empresas de la red, TCM, Special Events y Pasadena Viajes, facturaron 2,2 millones de euros a AENA entre 2000 y 2003, con Cascos de ministro.
Como él mismo reconoce, su especialidad son "las relaciones con políticos". Desde que el partido llega al Gobierno ya no sólo hacía todo en el PP nacional -eso es mucho negocio en una formación política que maneja actualmente un presupuesto oficial de 90 millones de euros anuales-, también logra expandirse. Tiene el apoyo de Bárcenas y del equipo de organización, la sexta planta de Génova, un área clave por la que han pasado casi todos los dirigentes importantes del partido, desde Javier Arenas hasta el propio Mariano Rajoy, que fue vicesecretario de organización y jefe de las campañas de Aznar en 1996 y 2000. Lo hace todo en Galicia, donde entabla amistad con Pablo Crespo, entonces secretario de organización del PP gallego y después su mano derecha, ahora encarcelado con él. Y empieza a trabajar para el PP de Madrid, de Castilla y León...
Pero no basta. El jefe quiere crecer. Y sabe que el dinero de verdad está en los ayuntamientos y las comunidades. No ha perdido el tiempo. En los mítines, mientras otros pasan el rato aburridos, él hace amigos. Y entre ellos, uno muy importante: Alejandro Agag. El propio Correa lo explica muy claro: "A los mítines van las bases del partido. En los polideportivos, en las plazas de toros, yo empecé a conocer a gente joven, de Nuevas Generaciones, e iniciamos una amistad con muchos de ellos que luego fueron alcaldes, y otros fueron ministros, y otro se fue a Europa, y otro se casó con la hija del presidente [Agag se casó en 2002 con Ana Aznar, y Correa, muy amigo del yernísimo, fue uno de los 20 testigos del matrimonio]". "Fuimos creciendo poco a poco", explica. Nunca, en los más de 60.000 folios del sumario, Don Vito deja tan clara una evidencia que no escapa a ninguno de los dirigentes del PP: la red corrupta de Gürtel fue creciendo con el partido. El éxito de Aznar era el éxito de Correa.
Su relación con la familia del presidente es intensa. Fue Agag quien le convenció, explica, para que pusiera a su ayudante, Álvaro Pérez, El Bigotes, a llevar los actos de Aznar. "Álvaro es el sobrino de Pajares. Y entonces me dijo Alejandro, ponle para que lleve los actos del presidente, y yo le dije, ¿pero tú estás loco?, uno que viene del mundo de Pajares... Bueno, pues lo pusimos y Ana Botella se enamoró de él, en el buen sentido, le encantó, y empezó a trabajar con él y tuvo un éxito tremendo".
Los paraísos fiscales
Pero no basta. Nunca basta. Correa quería hacerse millonario. Y lo logró. Sólo en Suiza se han detectado 21 millones de euros de la red. Pero para llegar hasta ahí no son suficientes los actos políticos, con ser un gran negocio. "Nadie se hace tan rico con las traseras (los escenarios de los mítines)", explica un presidente autonómico, "el dinero está en el ladrillo, lo sabe todo el mundo, y ahí es donde hay que buscarlo", concluye.
Correa también lo ve claro. Quiere hacerlo, pero, según su particular estilo, todo con empresas patrimoniales, siempre sin poner su nombre -para eso ya tiene a su testaferro favorito, su primo Antoine Sánchez-, y otras en paraísos fiscales para ocultar el dinero de su gran negocio: las comisiones. Correa es un conseguidor. No invierte apenas, gasta mucho en favores, regalos y sobornos, y vende sus contactos al mejor postor. Él conoce a los políticos. A veces les monta actos gratis a cambio de favores, otras hace de gancho y otras les presiona o directamente les paga para que den concesiones o licencias o recalificaciones a las empresas que entran en contacto con él. Sobre todo Constructora Hispánica y Teconsa. El caso de esta última empresa con la variante de Olleros de Alba es paradigmático. En el registro de la red ha aparecido el detalle perfecto de cómo funciona la corrupción. Teconsa se lleva la obra, y el 3% va en comisiones para Correa, el conseguidor. 120.000 euros sólo en una operación pequeña. Claro que toca repartir. Y eso a Don Vito nunca le importó. En la contabilidad B de la trama figuran las iniciales de los que compartían esa tarta. TO (que aparece también como TOTI), J, G, L... Algunos coinciden con las iniciales de los miembros del Gobierno de Castilla y León que adjudicaron la obra. Entre ellos, el entonces consejero de Fomento y hoy presidente de las Cortes, José Manuel Fernández Santiago, conocido por sus amigos como Toti. Él niega todo.
Correa quiere expandirse, multiplicar su red, crear sociedades pantalla. Pero necesita a alguien que sepa cómo hacerlo. Don Vito ya no es un don nadie. La gente sabe cómo se mueve con Aznar y su entorno, él se hace notar, presume de amistades. Todo el mundo le ha visto de impecable chaqué en la boda de la hija de Aznar en El Escorial, con Tony Blair y Silvio Berlusconi, testigos como él. Es amigo de Agag, hace todos los actos del presidente... Correa es ya en sí un gran negocio. Y a él se asocia un peso pesado, Luis de Miguel. Y después, cuando rompen, llega José Ramón Blanco Balín, que fue vicepresidente de Repsol, la segunda empresa de España. Otro gran amigo de José María Aznar, inspector de Hacienda como él. De Miguel se demuestra rápidamente como un genio del camuflaje. Crea y destruye empresas, coloca testaferros... Y Blanco Balín remata su trabajo. "Cuando la policía registró el despacho de Ramón Blanco, yo entré en un infierno, es mi administrador, ¿sabes?", le explica Correa a un socio en una conversación intervenida.
Agag no está, de momento, entre los imputados, aunque en la contabilidad B hallada al contable de la trama, José Luis Izquierdo, figura una casilla vacía de Excel y anotaciones sobre Agag referidas a pagos de viajes gratis total. Agag fue socio y muy amigo de Jacobo Gordon, otro de los delfines de Correa. "¿Pagas alquiler de oficina?", pregunta Correa a Gordon el 20 de enero de 2009. "No, lo paga Alejandro". En su declaración ante el juez Pedreira, Correa señala que conoció a Gordon a través de Agag. Los dos vivían entonces en Londres.
Responsabilidad 'in vigilando' de media cúpula
Correa se enriquece a la vista de todos. No disimula. Y algunos de sus amigos en Génova, también. Los compañeros de Bárcenas dicen ahora que a todos les llamaban la atención los viajes, los safaris de superlujo, el esquí extremo saltando desde un helicóptero, en alguien que no era más que un funcionario del partido. Pero nadie hizo nada. Al menos por responsabilidad in vigilando, la trama afecta a más de la mitad de la cúpula actual del PP. De hecho, todos aparecen, de una u otra manera, en el sumario, aunque a nadie se le imputa ningún acto ilícito. Javier Arenas y Ana Mato dirigían el equipo de organización. Rajoy se encargaba de las campañas de Aznar. Pío García Escudero fue jefe del PP de Madrid cuando todo se hacía con Correa, que le regaló un reloj, aunque él asegura que lo devolvió. Era además el presidente de Fundescam, que, según la contabilidad de la red hallada en los registros policiales, pagó parte de la campaña de Esperanza Aguirre en 2003, algo ilegal. Fundescam recibía dinero de empresarios, entre ellos Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, que se ha visto beneficiado por cambios de leyes madrileñas para sus concesiones de transportes públicos. Teóricamente debía gastarlo en cursos. Pero el sumario apunta a que lo gastaba en campañas electorales. Presunto delito electoral, porque la financiación ilegal no existe como tal.
Dolores de Cospedal, la actual secretaria general, lo ha explicado de manera sui géneris. Sostuvo ante Iñaki Gabilondo, en CNN+, que mientras estaban en el Gobierno, el PP "descuidó el partido". Una acusación directa para Álvarez Cascos y el propio Arenas, que fueron secretarios generales mientras Aznar gobernaba.
Un ex ministro de ese Ejecutivo tiene una explicación mucho más dura. "El PP, como el PSOE, está pensado para gobernar. Y nunca lo había hecho hasta 1996. Cuando se llega ahí, todo el mundo quiere estar en el Gobierno, tocar poder, ver cómo es eso. Entre los que no lo consiguen y se quedan en el partido como gente en la sombra, algunos se frustran rápido, empiezan a sentir envidias, y, ya que no tienen poder, es fácil que empiecen a pensar en conseguir otro tipo de cosas. Y si ahí hay un listo, y Correa lo es, sabe que son fáciles de corromper".
El PP pierde las elecciones: empiezan los problemas
La red está en la cima en 2004. Cada vez tiene amigos más importantes, el PP va a volver a ganar, el negocio es seguro.
Pero, contra todo pronóstico, Rajoy cae derrotado en las elecciones de 2004. Y con la derrota vienen los problemas. Los partidos en la oposición tienen mucho menos dinero, y sobre todo tienen muchos menos favores para repartir. Correa empieza a ponerse nervioso. Hay que alimentar a la fiera como sea. Y empieza a cometer errores. O desde Génova empiezan a cuidar un poco más el corral.
Rompe con Agag -"dejamos de ser amigos hace seis años", le explica al juez, esto es, en 2003-2004- y se va de la lengua, como casi siempre, pero esta vez había alguien mirando. En Génova deciden cortarle el grifo. Hay denuncias de que se está aprovechando de sus contactos en el PP para hablar en nombre del partido pidiendo recalificaciones y favores en ayuntamientos de la sierra de Madrid. La cúpula, ya dirigida por Rajoy, que nunca se ha encargado de los asuntos del dinero, según confesión propia, decide romper con ellos. Aunque a nadie se le pasa por la cabeza denunciarlos a la policía. Los trapos sucios se lavan en casa. O no se lavan. A Luis Bárcenas le toca la parte más fea. Tiene que decirle a su amigo, su socio incluso en algunos negocios -la investigación ha constatado al menos una empresa conjunta-, que ya no va a hacer todos los actos del PP. Correa monta en cólera. A sus colaboradores empieza a decirles que Bárcenas es un cabrón, un desagradecido, después del dinero que le ha dado. "Yo a Bárcenas le he llevado 1.000 millones de pesetas. Yo, Paco Correa, le he llevado a Génova y a su casa. Líquidos, yo sé cómo lo tiene, yo sé cómo lo saca de España... en paraísos fiscales", llega a decir en una grabación. Ante el juez explica que le han malinterpretado, que quería decir que ha ahorrado al PP más de mil millones de pesetas. "Yo, a veces, cabreado, porque soy una persona con mucho carácter, digo cosas que se malinterpretan", se justifica. Dice que a Bárcenas le llevaba muchos sobres, sí, pero con billetes de avión, porque "viajaba todo el tiempo". "Tiene usted una forma difícil de expresarse, le tiene que haber originado muchos disgustos", ironiza el fiscal. "Tiene usted razón", contesta Correa.
Correa busca soluciones: amigos en Madrid
La red se reorganiza. Correa inventa una estratagema para seguir en Génova. Ficha al secretario personal de Aznar en La Moncloa, Antonio Cámara. Sus vínculos con el aznarismo son inagotables, y aún le dan una alegría. Rajoy, que siempre insiste en público en que dejó de trabajar con ellos en 2004, contrata a Correa, a través de Cámara, para hacer la campaña del referéndum de la Constitución Europea en 2005. "El que llamaba aquí era a Antonio Cámara, creíamos que no tenía relación con Correa", se justifican en Génova. Es difícil imaginar que el omnipresente Correa pudiera hacerse invisible. Cámara aparece en el sumario como perceptor de 90.000 euros en sobornos.
Pero el grifo de Génova, donde empiezan las peleas internas después de la derrota electoral y la pérdida del poder, se agota. Siempre habilidoso y convencido de que la política es su negocio, Correa busca refugio. Aún tiene muchos amigos. Jesús Sepúlveda, el que fuera organizador de todos los actos del PP con Aznar, es tan amigo del ex presidente -trabajó para él ya en Valladolid cuando era presidente de Castilla y León, con su entonces esposa, Ana Mato- que lo ha colocado en 2003 sin problemas como alcalde de la ciudad en la que vivirá al dejar La Moncloa, Pozuelo de Alarcón. El municipio con el nivel de renta per cápita mayor de España es un gran negocio. Sepúlveda domina tanto ese municipio que logró un alquiler muy ventajoso de una casa de 500 metros en La Finca, la urbanización de superlujo en la que vive Cristiano Ronaldo. Allí vive aún, a pesar de que en este momento sólo ingresa un sueldo del PP que Rajoy decidió pagarle hace pocos meses porque era trabajador del partido en excedencia y pidió el reingreso. El líder le hizo un contrato como asesor, aunque en realidad cobra sin hacer nada.
Con el aznarista Sepúlveda, Correa ensaya la fórmula que expandirá a otros ayuntamientos madrileños. Sobornos y regalos a cambio de concesiones, como la Oficina de Atención al Ciudadano. El sumario atestigua que al imputado Sepúlveda la red le regaló un Jaguar y un Range Rover, además de un televisor de plasma y varios viajes gratis. Según la contabilidad B de Correa, Sepúlveda, primero en sus años de hombre de aparato de Génova y después como alcalde, recibió más de 400.000 euros en sobornos. La red organizaba pagos de salarios mensuales a sus mejores contactos políticos. En el caso de este amigo de Aznar y de Correa, según los investigadores se produjo "una cierta asimilación entre empresa y partido", esto es, no estaba claro si trabajaba para el PP o para la red.
La expansión inmobiliaria y los contratos de Aguirre
Correa ficha a otros alcaldes. Madrid está en plena expansión inmobiliaria, hay negocios por todas partes, y los primeros ediles controlan las recalificaciones y las ventas de suelo público, que harán millonarios a decenas de españoles. Es la era del ladrillo y Don Vito sabe moverse como nadie en el mundo de esos alcaldes que eran dirigentes de segunda fila y ahora tienen un enorme poder. En Boadilla, Arturo González Panero, el Albondiguilla, le proporciona jugosos contratos para sus empresas amigas. Y Correa le regala 10.000 euros en trajes -"es uno de esos alcaldes que no saben vestir", ironiza en una grabación-, 1.300 en zapatos, televisores de plasma, viajes... En Arganda ficha a dos. El alcalde, Ginés López, se habría llevado más de 500.000 euros en sobornos, y el teniente de alcalde, Benjamín Martín Vasco, un aguirrista de pro que llegó incluso a presidir la comisión de investigación del espionaje despreciando a la oposición, se llevó casi 350.000 euros de la trama. No sólo en dinero. A Martín Vasco le regalaban relojes y todo tipo de viajes, incluido el de bodas, a la Polinesia. El generosísimo Correa pagó incluso el banquete de la boda.
Correa no se conforma. Quiere más. La Comunidad de Madrid es un pastel jugoso. Él había organizado la campaña electoral de Esperanza Aguirre y el congreso que la aupó a la presidencia del PP madrileño en 2004. Fue por orden de Pío García Escudero, señalan en el entorno aguirrista. Pero con la llegada de Francisco Granados al partido, y la salida de García Escudero, pierde esa cuenta. Cada político tiene sus empresas de confianza, sus amigos, su juego. Perdido el partido, Correa apunta al Gobierno. Y gana. Allí tiene a un buen amigo, Alberto López Viejo, un íntimo de Aguirre, el que lleva todos sus actos. La presidenta es fanática de la imagen, de los actos públicos. Gasta mucho en eso. Y le pide que los organice a López Viejo, un oscuro concejal del Ayuntamiento de Madrid que ella ha recuperado, hasta convertirlo en consejero de Deportes. Todos los consejeros lo saben: si hay un acto y ella acude, es López Viejo quien se encarga. Y con él su amigo Correa. Más de 500 contratos hace el Gobierno de Madrid, todas las consejerías, con la red. Aguirre sostiene que él la engañó, que ella no sabía que detrás de los actos estaba Don Vito. Lo cierto es que su Gobierno ayudó a hacer rico a Correa con decenas de contratos opacos y troceados por debajo del límite legal de 12.000 euros para no tener que hacer concurso. El contacto de la red con la presidenta, a través de Felisa Jordán, una empleada de Correa, era tal que cada mañana alguien del equipo de Aguirre se ponía de acuerdo con ella para que las traseras combinaran con el color del traje que elegía la presidenta. El Gobierno madrileño contrató con Correa incluso el montaje del tradicional belén de la Puerta del Sol, eso sí, con contratos despiezados, de menos de 12.000 euros. Aguirre, que alega desconocimiento, seguía este asunto con mucho detalle. Los montadores recuerdan sus manías por cambiarlo todo. En 2007, el belén que visitan los madrileños se quedó unos días sin Niño Jesús. La presidenta había ordenado cambiarlo. "Lleva las cejas pintadas, es muy grande y tiene los ojos cerrados, que lo quiten", dijo sin contemplaciones. Y lo quitaron.
Más salidas: a Valencia con el amigo Camps
Correa tiene ya sus tentáculos por todas partes, se ha recuperado sin problemas pese a haber perdido el negocio de Génova. Pero no basta. Se está haciendo tan rico que compra varias máquinas para contar el dinero negro que le llega, pero quiere más. Discurre y recuerda algo importante. Alvarito, El Bigotes, tiene una relación personal espléndida con Francisco Camps. El valenciano era otro de los desconocidos hombres del aparato de Génova, lejos del poder del Gobierno, pero en 2003 le había tocado la lotería, políticamente hablando. Supo aprovechar la retirada de Eduardo Zaplana, llamado por su amigo Aznar a Madrid para que fuera ministro de Trabajo, y se colocó como presidente de la Generalitat. Una bicoca. Partido y Gobierno juntos, mayoría absoluta... la especialidad de Correa.
El Bigotes toca a Camps, que acepta encantado. Tanto, que ordena que todos los actos del PP valenciano los haga El Bigotes. Mucho antes de que Ricardo Costa llegue a secretario general, en 2007, Pérez ya lo hacía todo. Por orden de Camps, coinciden todas las fuentes del PP valenciano consultadas. "Cuando Álvaro dejó de trabajar para Mariano Rajoy, Paco Camps se lo llevó a Valencia y trabaja allí y le hace las campañas", explica Correa al juez. Pérez, madrileño, decide trasladar su residencia a Valencia, donde está su amigo y, con él, el negocio seguro de la política. Su relación con el presidente y especialmente con su esposa, Isabel Bas, es de intimidad total. En una conversación incluso se explica que Pérez está preparando las obras de la farmacia de Bas con un contacto suyo. En otras, cuando hay algún problema de dinero, señala "depende de la cara que me ponga Vicente [Rambla, vicepresidente de la Generalitat] le voy a decir que se lo voy a mandar con Isabel vía farma", esto es, que va a ir a la farmacia a arreglarlo con la mujer de Camps.
Como hizo con Aznar, El Bigotes se concentra en caer bien a las mujeres de los políticos. Es su estrategia, y funciona. En una conversación con su esposa, ex mamma ciccio, Pérez explica que se está camelando a la mujer de Juan Vilallonga, otro personaje próximo a Aznar -fueron compañeros de pupitre en el colegio del Pilar y lo colocó como presidente de Telefónica-, porque puede ser el próximo presidente del Real Madrid y eso es negocio seguro. La complicidad de El Bigotes con la familia Camps llegó a tanto que tenía más poder que algunos consejeros, señalan en el PP valenciano. Tanto como para que Ricardo Costa le diga en una conversación, cuando el otro le cuenta que va a cenar con Camps: "Dile al presidente que me ponga en el Gobierno".
La financiacion irregular en Valencia
La red sigue ampliando negocios. De los contratos del PP pasa a trabajar para la Generalitat. Se convierte en la empresa favorita del Gobierno. Y esa complicidad acaba en posible financiación ilegal. Es lo que trata de probar un informe de la Brigada de Blanqueo de Capitales fechado el 29 de julio de 2009. La causa da un giro con su aparición. Ya no eran trajes regalados a Camps -más de 12.000 euros-. La policía descubrió que al menos cinco empresas (una de ellas, Sedesa, del sobrino del vicepresidente del Gobierno valenciano, Juan Cotino) entregaban sumas de dinero para pagar actos del PP de Valencia. Al menos 6,3 millones de euros llegaron a la red Gürtel en Valencia por esta vía. Todo en dinero negro. Es lo que en puridad se llama un delito electoral.
Los contratos se concedían "como contraprestación a los favores realizados para la fuerza política, concretados en el pago de actos políticos". La policía descubre un sistema "de doble facturación y financiación irregular". Orange Market, la empresa de la trama corrupta que organizaba los actos, hacía una factura real (con IVA) a la que llamaba deuda Alicante y otra (sin IVA y que no aparecía en el reflejo contable) a la que denominaba deuda Barcelona ("en referencia a que se ingresa en la caja B"). Y pasaban al cobro a las empresas constructoras por actos que eran del PP.
Era el remate, la siguiente estación del viacrucis de Gürtel, según analizan los dirigentes populares: cuando los jueces empiecen a imputar a gente por este asunto, tendrán que rodar cabezas en Valencia. Esta comunidad ha sido un quebradero de cabeza para Rajoy, sobre todo desde que EL PAÍS publicó dos conversaciones muy comprometidas, grabadas por orden judicial, entre El Bigotes y el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, que nadie en el PP, y pocos fuera de él, han olvidado. Era la Nochebuena de 2008 y los Reyes de 2009. Pocos días antes de que estallara el caso, lo que demuestra que de no ser por la investigación, Correa y Pérez habrían seguido haciéndose ricos gracias a sus amigos valencianos. El PP tembló cuando leyó esas palabras de Camps a Pérez: "Te quiero un huevo, amiguito del alma, tenemos que quedar para hablar de lo nuestro, que es muy bonito". Hasta ese día, Camps había negado que El Bigotes fuera su amigo, y su entorno señaló que había acudido a su boda, una fiesta por todo lo alto en el Veles e Vents, una instalación portuaria de la Copa del América, "como va a otras muchas bodas". Camps nunca ha explicado esa conversación. Su entorno se limita a hablar de "montaje". Él lo llama "el lío". Pero nunca ha respondido a una pregunta sobre su amistad con El Bigotes. Y aún hoy sigue huyendo de los periodistas.
El Bigotes trasladó a Valencia la política que había aprendido en Madrid con Correa: para regalos a políticos, siempre hay dinero. Es una inversión segura. Llegó incluso a convencer a su sastre de confianza, José Tomas, director de ventas en la tienda de Milano de la calle de Serrano, a sólo unos metros de la sede central de las empresas de Correa, para que viajase a Valencia a tomar medidas al propio Camps. Cuando el presidente viajaba a Madrid, Tomás se iba a su habitación del Ritz a tomarle medidas y probarle trajes. Era un cliente exigente, que incluso obligó al sastre a buscar por todas partes una trabilla especial, llamada italiana. En la contabilidad de la red figuran regalos de trajes a varios políticos: el ex asesor del gabinete de la Consejería de Turismo Rafael Betoret, el ex secretario general del PP valenciano Ricardo Costa, el ex vicepresidente Víctor Campos y Pedro García, director de Canal 9, la televisión pública de la región.
Correa controlaba el negocio de Orange Market en la distancia a través de su contable en Madrid, José Luis Izquierdo, quien a su vez anotaba en la caja B de toda la red empresarial los ingresos de dinero negro de la firma que dirigía El Bigotes. Y con las técnicas lisonjeras y su amistad con Camps, no tardó en acumular contratos públicos. Desde que se trasladó a Valencia en abril de 2004, Orange Market creció vertiginosamente. Los políticos para los que preparaba actos públicos eran los mismos que gobernaban en la administración que le adjudicaba contratos. En 2005, el Gobierno de Camps le adjudicó montar el pabellón valenciano en la Fitur de Madrid. Un millón de beneficios. Y en los cuatro años siguientes también lo consiguió. En Valencia empezaba a vérsela como la empresa cabecera del PP de Camps. Más de ocho millones en contratas a dedo logró Orange Market del Gobierno valenciano entre 2004 y 2008, de sus distintas consejerías. Especialmente de la de Turismo, durante el mandato de Milagrosa Martínez, La Perla (así llama ella a sus interlocutores, de ahí su apodo), a la que regaló un reloj de 2.400 euros. Ella, hoy presidenta de las Cortes -en Valencia no ha dimitido nadie aún, al contrario que en Madrid o en Génova-, estaba agradecidísima y le concedía la organización del stand de la Comunidad en Fitur. A cambio, desde Orange Market salieron miles de euros en regalos para los altos cargos y sus mujeres. Pérez dio dádivas a los padres, hijas, al propio Camps y a su esposa, Isabel, Isa para El Bigotes. Pulseras, medallas, un robot de 1,800 euros... "Con el mío [con mi regalo] te has pasado 20 pueblos...", le dice Isa a El Bigotes en otra conversación grabada el 7 de enero de 2009.
El sumario del juez Pedreira ha aflorado conversaciones con otras esposas. Como Pilar, mujer del actual vicepresidente, Vicente Rambla.
Álvaro: "Yo tengo una cosa para ti y otra cosa para Vicente. Para Vicente le he puesto carbón sobre todo, pero luego tengo, el domingo le daré a tu hija y a tu hijo un regalo, porque he hecho un regalo muy especial para los hijos de la gente que quiero, ¿vale?".
Pilar: "Ah, mira, qué bonito".
Álvaro: "Vale, pero a mí no me importa darle lo de tu hija y lo de Vicentito, dároslo el domingo, delante de Pedro y de Lourdes, no me importa, pero tengo un detalle para ti que no te lo quiero dar delante de nadie, te lo quiero dar a ti solita".
Pilar: "Vale".
Ambición desmedida: la visita del Papa
Pedro García, fiel escudero de Camps al frente de Canal 9, logró que el caso Gürtel no existiera para la televisión pública, para bochorno de los trabajadores. Por poner sólo un ejemplo, cuando Rajoy se reunió con el presidente en Alarcón para pedirle que tomara medidas ante el escándalo, para Canal 9 habían hablado "de la crisis económica". Todas las televisiones de España hablaban de posibles dimisiones en Valencia; Canal 9 exhibía a Camps pidiendo la dimisión de Zapatero. García era muy amigo de El Bigotes, hasta el punto de que éste le montó una fiesta por todo lo alto en Marraquech (con aviones privados de la familia Cotino y aerotaxis) por su 40º cumpleaños. Y supo ser agradecido.
En abril de 2006, el Papa visitó Valencia. Camps había luchado mucho por esa visita. Incluso viajó a Roma, vestido por El Bigotes, para organizar los preparativos. García, en un contrato inaudito, adjudicó la sonorización e instalación de las pantallas de imagen del Papa a Teconsa, una constructora de Castilla y León que no tenía ni idea de sonorizaciones. Pero, eso sí, tenía a Correa y sus contactos. Teconsa subcontrató con una firma sevillana que sí sabía. Total, 6,3 millones de euros costó el asunto a Canal 9, que se nutre del dinero de los valencianos con una enorme deuda. Los sevillanos lo hicieron por 3,1 millones. El resto, a repartir. Una parte a Teconsa, y al menos un millón al bolsillo de la trama, limpio de polvo y paja, sin invertir un duro, sólo por sus contactos con Camps y García. Este último dejó Canal 9 poco antes de que se conociera el escándalo del Papa. Cuando el juez pidió la documentación, vio venir la presión y se apartó, pero oficialmente nunca se ha reconocido ninguna irregularidad.
Sin ninguna experiencia en la Comunidad Valenciana, El Bigotes se hizo, pocos meses después de abrir su empresa, con la elaboración de una guía de la comunicación (12.000 euros), la organización del segundo congreso de Software libre (cuatro contratos de 12.000 euros), el tercer Open de Tenis (11.900), una exposición de parques naturales (11.900). En plena fiesta del despilfarro, llegó a facturar ese año 150.000 euros a la Generalitat por un almuerzo multitudinario en Madrid. Igual que en la Comunidad de Madrid, desde la Generalitat se troceaban los contratos para adjudicarlos a dedo a El Bigotes.
Camps se ha salvado, de momento, de tener que sentarse en el banquillo de los acusados por cohecho impropio gracias a que un juez al que él mismo definió en público como "más que amigo", Juan Luis de la Rúa, sumó su voto al de otro juez del Tribunal Superior, y por un dos contra uno (hay tres jueces) le exoneraran de recibir regalos en función del cargo. El asunto está ahora en el Tribunal Supremo, gracias a un recurso de la Fiscalía Anticorrupción, y se votará el día 12 de mayo. Su futuro judicial es incierto, porque, aun en el caso de que el Supremo le salvase de la causa de los regalos y los trajes, el juez Pedreira investiga en este momento un informe de 500 páginas que describen una trama de financiación del PP de Valencia en la que hay denunciados más de una decena de altos cargos, entre ellos Camps. Las pesquisas de Pedreira avanzan.
La crisis final: todo por la denuncia de un socio
Si todo iba tan bien, ¿qué le falló a Correa? Murió de éxito. Se creyó tan invencible que cometió errores. Primero, dejar de pagar los 3.000 euros mensuales que, como a otros muchos políticos, ingresaba a dos concejales de Majadahonda, José Luis Peñas y Juan José Moreno. Correa llegó incluso a colocar a su mujer como jefa de gabinete del alcalde de Majadahonda. Pero Aguirre lo acabó echando por una polémica con la venta de unos terrenos públicos. Aun así, le subió el sueldo de 12 a 17 millones de pesetas al nombrarle gerente del Mercado Puerta de Toledo. Peñas y Moreno, que acabaron en el Grupo Mixto y expulsados del PP, dejaron de ser interesantes para Correa cuando, en las elecciones de 2007, financiados por él -se gastó unos 50.000 euros, parte en jamones para invitar a los votantes-, no sacaron ni 100 votos como independientes con Corporación Majadahonda. No sabía que Peñas llevaba meses grabándole sus fanfarronadas, sus relatos sobre sobornos, contratos, amigos, chanchullos. Cuando Peñas acudió a la fiscalía, los investigadores comprobaron que muchas de esas fanfarronadas eran ciertas. Se trataba de un caso de corrupción en toda regla. El mayor escándalo en la historia del PP, peor incluso que el caso Naseiro, que también acabó con la cabeza del tesorero. El juez Garzón autorizó grabaciones de la policía que confirmaron la denuncia. Y decidió a detener a los cabecillas cuando, en una conversación, intuyó que Correa estaba preparando una estrategia para obtener la nacionalidad panameña y huir del país para disfrutar de sus millones.
Los datos demuestran que fue Peñas, y no Aguirre ni una investigación oficiosa ni arbitraria de la policía, quien destapó la trama Gürtel. De hecho, unos años antes, Peñas había ido con su compañero Moreno a tratar de entregar a Aguirre un dosier donde se describían corruptelas en la zona norte de Madrid. Se negó a recibirles. "No quiero ver a esos dos hijos de puta", se le oyó decir con la puerta entreabierta.
Si Peñas ya había visto cosas raras, delictivas, mientras compartía despacho en Majadahonda con la mujer de Correa, sus largas charlas, almuerzos y viajes acompañando a Don Vito terminaron asqueándole, dice. Le invitaba al chalé de Sotogrande, Cádiz, con barco y atraque propios; al de Ibiza, que Correa compró por tres millones y medio y reformó ilegalmente con otros tres más; a la finca de Pozuelo, su residencia habitual en Madrid, cercana a la actual casa de Ronaldo...
Correa vivía como lo que es, un millonario, pero nada estaba a su nombre. Bueno, sí, una moto Suzuki. El sumario ha destapado que llevaba diez años sin existir para Hacienda. Pese a que se le calcula un patrimonio, en España y en el extranjero, superior a los 50 millones de euros, no ha declarado nada al fisco desde 1999. Tenía testaferros y sociedades pantalla para todo: todoterrenos de lujo, chófer personal, secretarias, asesores... Y prostitutas de alto standing por doquier. El juez Pedreira ordenaría tiempo después, ya en plena investigación, eliminar del sumario grabaciones de conversaciones comprometedoras, no sólo para Correa. Y fotografías de orgías, captadas por ellos.
Peñas buscó pruebas, y las encontró. Forzaba almuerzos con Correa, en el restaurante Sorolla, y luego copas en el hotel Fénix, centro de intercambio de sobres con dinero de la trama. Don Vito quería parecer un hombre por encima del bien y el mal. Precisamente él, que se avergonzaba de su padre porque la empresa familiar de zapatos fue a la quiebra. Él, que no había estudiado, lo tenía todo.
Dos años tardó Peñas en juntar las pruebas, desde finales de diciembre de 2005 hasta finales de 2007. Ni de lejos podía imaginar Don Vito que él, que había intentado incluso utilizar un vídeo en el que se veía a Rajoy en un descanso de una convención política hablando con Xesús Palmou mientras criticaban a Manuel Fraga -"el viejo está gagá"-, estaba siendo objeto de su misma medicina. Todos sus encuentros con Peñas eran registrados en una grabadora que escondía "en el bolsillo de su chaqueta, del pantalón, en un portafolios"... "Llegué a pasar miedo alguna vez por si se daban cuenta", confiesa Peñas.
El principio del fin de Correa tiene una fecha: diciembre de 2007. Peñas le ha grabado kilómetros de conversaciones. Y decide dar por cerrada la caza de Correa cuando cree que tiene suficiente material. La última conversación que le graba es la de los 1.000 millones de pesetas a Bárcenas.
Se acabó. Garzón ordena detenciones: el 'pen drive'
Los policías empiezan a cuadrar las piezas. Cae el asunto en el Juzgado Central de Instrucción 5 de Madrid, el de Baltasar Garzón. ¿Por qué? Porque Garzón tenía una pieza separada en su juzgado sobre una investigación de Luis de Miguel, el experto en paraísos fiscales que asesoró a Correa hasta que llegó Blanco Balín.
"Hay pruebas sobradas contra todos los que son. Y es muy probable que salieran otros que son y que aún no están", señalan fuentes de la investigación. El 6 de febrero de 2009, por orden de Garzón, se producen las detenciones de Correa, su primo Antoine Sánchez y el número dos de la trama, Pablo Crespo. Poco antes, la policía se había presentado en las oficinas madrileñas de la trama, en la calle de Serrano, 40, y en la de Martínez Campos.
Los empleados casi les estaban esperando, pero de nuevo un error hundió a la red. Llamaron al interfono y enseguida se corrió la voz de que era la policía. A José Luis Izquierdo, contable de Correa, sólo le dio tiempo a cerrar la mano bien fuerte para ocultar un pen drive que guardaba en su cajón. Tras una hora de registros, un agente notó que ese hombre nunca abría la mano. Le obligó a hacerlo, y ahí estaba. Los agentes acababan de toparse con dinamita pura.
Allí, y en una libreta azul que más tarde incautaron los agentes a Izquierdo, estaba casi todo. Parte de las cuentas B, el dinero negro de la trama Gürtel. Pero con un inquietante añadido: la relación de altos cargos del PP, unos con sus nombres completos y otros con iniciales, como L. B., o Luis El Cabrón, para tapar, según los investigadores, al tesorero del PP Luis Bárcenas, a los que la trama habría sobornado para sus fechorías. Y otras como las de A. L. V., por Alberto López Viejo, el organizador de los actos de Aguirre. La investigación soñada. Nunca un asunto de un entramado de empresas estaba tan claro desde el principio, aunque la instrucción lleva un año trabajando y se han encontrado muchas más pruebas, además de los interrogatorios.
Los registros siguieron, y en Valencia, en la sede de Orange Market, también hubo suerte: estaba toda la contabilidad B de la empresa, con los detalles de la financiación irregular del PP -había hasta mensajes de correo electrónico en los que un contable de Madrid pedía a otro de Valencia "donde pone PP Valencia, pon Ortiz Construcciones"-. Ese fin de semana, en el que El Bigotes bautizó, pese a todo, a su hija, pero sin el padrino esperado -Correa estaba en la cárcel- se acabó la estrella de Don Vito. Y empezó la pesadilla del PP y de su líder, Mariano Rajoy, que aún no ha acabado. Sobre todo por Valencia. Camps puede acabar en el banquillo en menos de un mes, con la decisión del Supremo, y en Génova muchos creen que habrá que ir pensando en otro candidato. Además, aseguran, hay que depurar el PP valenciano, donde pocos escapan a la mancha de Gürtel.
El caso no está ni mucho menos acabado. Es más, está al principio. De hecho, ni siquiera se ha levantado aún el secreto del sumario en el Tribunal Supremo, y Pedreira tampoco ha desvelado la parte que se refiere al blanqueo masivo de capitales. Un veterano dirigente, bregado en el Gobierno y en la oposición, lo resume así: "Zapatero no supo ver la crisis económica que se le venía encima. Mariano no quiso entender que Gürtel era muy grave. A los dos les acompañarán siempre esos errores, la política es así de dura".
Francisco Correa
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Caso Gürtel
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