Alguien definió en cierta ocasión a la actual presidenta del Parlamento balear, la nacionalista Maria Antònia Munar (Barcelona, 1955), como «el enigma que siempre gana». Enigma porque, aunque parece que lo sabemos todo, en realidad es poco lo que trasciende del personaje. Y ganadora —hasta ahora al menos—, porque, a pesar de que su partido, Unión Mallorquina (UM), es una fuerza relativamente minoritaria en Baleares, ha ganado una cuota de poder decisiva —y desmedida para los votos recibidos— como fuerza bisagra que pacta igual con el PSOE que con el PP.
Munar fue presidenta del Consejo de Mallorca durante tres legislaturas consecutivas, entre los años 1995 y 2007. En las dos primeras ocasiones con el apoyo del PSOE, el Partido Socialista de Mallorca, Izquierda Unida y Los Verdes, y en la última con el respaldo del Partido Popular. Por muy nacionalista que sean, Munar y su partido se aplican ese refrán tan español de que en la variación está el gusto. De hecho, en la actual legislatura gobierna por vez primera también con Esquerra Republicana.
Maria Antònia Munar podría volver a recurrir al refranero para decirse que no hay mal que cien años dure —ni partido que lo resista— en estos momentos en que se encuentra imputada en los casos «Can Domenge» y «Son Oms» por presunta corrupción urbanística y supuesta malversación de fondos.
Doctora en Derecho por la Universidad de las Islas Baleares —aunque mucho se ha especulado sobre la autoría real de su tesis—, casada y madre de un hijo, sus orígenes son de esa clase media mallorquina de la que ha salido la mayor parte de la actual clase dirigente de las islas. Delatan, sin embargo, sus altas aspiraciones su afición a la ropa de marca con accesorios que valen un riñón, sus compras en tiendas de lujo y su alto nivel de vida. Sus defensores hablan de elegancia y buen gusto; sus detractores dicen que sólo es exhibicionismo y ostentación. Es una política que parece aspirar al glamour de las estrellas de cine. Inclinaciones que han hecho exclamar a algún malévolo que lo que Munar exhibe en vestuario, joyas y complementos durante un solo día en que se sienta rumbosa equivale al sueldo de un año —o dos— de un sufrido empleado de clase media. Aficionada a la Pasarela Cibeles, hay que reconocer, no obstante, que sólo suele acudir a la misma cuando participan representantes de la isla, como debe ser en tan notable política nacionalista.
De sus aficiones destacan su pasión por las artes plásticas y los viajes, sobre todo a París, su ciudad favorita, aunque desde luego no es Munar de esas personas que van a la ciudad de la luz por su carácter sentimental, melancólico o dulcemente romántico, rasgos que sin duda no forman parte de su personalidad, bastante más de rompe y rasga.
Besos a amigos y enemigos
La imagen pública que la política transmite a la ciudadanía es francamente mejorable. Ahí han quedado para los anales de la historia judicial de este país la escena del día en que acudió a declarar por primera vez ante el juez, dando besos desde la entrada de la Audiencia Provincial de Palma tanto a quienes la abucheaban como a los que la aplaudían: imagen más propia de una estrella de Hollywood en la ceremonia de entrega de los Oscar que de una presidenta de la máxima institución regional que va a prestar declaración como imputada. Declaración que, por cierto, no tuvo que realizar en el banquillo de los acusados, ya que el juez tuvo la deferencia de permitir que la señora se sentara en los sillones de los letrados, sin duda mucho más cómodos y acolchados que un banquillo de madera sin respaldo.
Muchos de quienes han tratado con ella dicen que su carácter es frío y distante, como el de una «femme fatale» del cine negro norteamericano. Pero el jefe de Gabinete de Presidencia de la Cámara autonómica, Maties Baron, no opina así. «Es cierto que quizás da esa imagen de persona distante, pero quienes hemos trabajado con ella sabemos que es afectuosa, extremadamente educada y que sabe escuchar». Destaca Baron que muy pocas veces la presidenta del Parlamento balear toma una decisión sola. «Únicamente cuando está muy convencida de algo es difícil hacerla cambiar de opinión». Y una vez más en su defensa, insiste en que «trabaja siempre de igual a igual» con todas las personas de su Gabinete. «En definitiva, transmite buenas vibraciones», concluye su colaborador con buen humor.
Su política ha sido muy criticada por populista y por un cierto clientelismo desde el que ha repartido generosas dádivas y subvenciones con las que ha pretendido prevenir o contrarrestar posibles críticas a su gestión. Lo que en buena medida ha ido consiguiendo hasta ahora, al menos en ciertos ámbitos y medios periodísticos.
Banderas a tutiplén
A lo largo de su dilatada trayectoria política, de Munar se reconoce como positivo que consiguiera que el Consejo de Mallorca haya llegado a ser finalmente el verdadero gobierno de la isla, dotándolo de auténticas competencias, o la recuperación de elementos culturales propios de Mallorca o de los distintos municipios isleños. El signo distintivo siempre ha sido de su predilección. En la celebración en el año 2006 de la «diada» institucional, distribuyó miles de banderas mallorquinas para ser colgadas en los balcones, iniciativa también de notable éxito, aunque sólo fuera por inundación, pues todavía hoy es posible ver algunas de aquellas insignias en algún balcón, si bien un tanto descoloridas y deshilachadas ya por el tiempo, eso es cierto.
Durante mucho tiempo decir Unión Mallorquina ha sido decir Maria Antònia Munar. De UM, bien puede aseverarse que ha sido tanto testigo de los triunfos como sufriente de los traspiés y azarosos avatares de su actual presidenta de honor. Tal ha llegado a ser el grado de identificación entre ambos.
Al igual que había ocurrido en otras comunidades, la práctica desaparición de Unión de Centro Democrático (UCD) a finales de 1982 propició que nacieran en el archipiélago varias formaciones regionalistas. De ellas pronto descolló Unión Mallorquina como la más importante. Munar también procedía de las filas del histórico partido centrista, y pronto empezó a despuntar en las filas de la nueva formación «liberal». Aunque habría que puntualizar que con seguridad habría despuntado en cualquier otro partido por carácter y posicionamiento. Máxime si tenemos en cuenta que, pese a la desaparición de UCD, en Baleares, desde el PP hasta Esquerra, todos se consideran más o menos de centro y que la etiqueta de liberal y nacionalista ha tenido buena entrada.
Gracias a su inicial carácter regionalista, Unión Mallorquina pudo pactar durante sus primeros años de vida de forma regular con AP, el PDP o el PL, que tras la refundación de AP se acabarían integrando en el Partido Popular. El giro ideológico decisivo se produjo, sin duda, en el quinto congreso de UM, celebrado en el año 1992, en el que Maria Antònia Munar fue elegida presidenta. Entonces fue cuando el partido se declaró por vez primera, de forma explícita, como una formación política nacionalista, lo que de forma sutil abría las puertas a llegar en el futuro a pactos con otras formaciones más allá del PP. Un giro muy oportuno para mantenerse siempre en el poder, ganara quien ganase en la elecciones. Y así ha sido hasta hoy en día, en que todavía se mantiene inalterable la percepción de que la presidenta del Parlamento balear sigue siendo un auténtico enigma. Ahora sólo falta saber si en el futuro seguirá siendo, aún, el enigma que siempre gana.
abc.es
Munar fue presidenta del Consejo de Mallorca durante tres legislaturas consecutivas, entre los años 1995 y 2007. En las dos primeras ocasiones con el apoyo del PSOE, el Partido Socialista de Mallorca, Izquierda Unida y Los Verdes, y en la última con el respaldo del Partido Popular. Por muy nacionalista que sean, Munar y su partido se aplican ese refrán tan español de que en la variación está el gusto. De hecho, en la actual legislatura gobierna por vez primera también con Esquerra Republicana.
Maria Antònia Munar podría volver a recurrir al refranero para decirse que no hay mal que cien años dure —ni partido que lo resista— en estos momentos en que se encuentra imputada en los casos «Can Domenge» y «Son Oms» por presunta corrupción urbanística y supuesta malversación de fondos.
Doctora en Derecho por la Universidad de las Islas Baleares —aunque mucho se ha especulado sobre la autoría real de su tesis—, casada y madre de un hijo, sus orígenes son de esa clase media mallorquina de la que ha salido la mayor parte de la actual clase dirigente de las islas. Delatan, sin embargo, sus altas aspiraciones su afición a la ropa de marca con accesorios que valen un riñón, sus compras en tiendas de lujo y su alto nivel de vida. Sus defensores hablan de elegancia y buen gusto; sus detractores dicen que sólo es exhibicionismo y ostentación. Es una política que parece aspirar al glamour de las estrellas de cine. Inclinaciones que han hecho exclamar a algún malévolo que lo que Munar exhibe en vestuario, joyas y complementos durante un solo día en que se sienta rumbosa equivale al sueldo de un año —o dos— de un sufrido empleado de clase media. Aficionada a la Pasarela Cibeles, hay que reconocer, no obstante, que sólo suele acudir a la misma cuando participan representantes de la isla, como debe ser en tan notable política nacionalista.
De sus aficiones destacan su pasión por las artes plásticas y los viajes, sobre todo a París, su ciudad favorita, aunque desde luego no es Munar de esas personas que van a la ciudad de la luz por su carácter sentimental, melancólico o dulcemente romántico, rasgos que sin duda no forman parte de su personalidad, bastante más de rompe y rasga.
Besos a amigos y enemigos
La imagen pública que la política transmite a la ciudadanía es francamente mejorable. Ahí han quedado para los anales de la historia judicial de este país la escena del día en que acudió a declarar por primera vez ante el juez, dando besos desde la entrada de la Audiencia Provincial de Palma tanto a quienes la abucheaban como a los que la aplaudían: imagen más propia de una estrella de Hollywood en la ceremonia de entrega de los Oscar que de una presidenta de la máxima institución regional que va a prestar declaración como imputada. Declaración que, por cierto, no tuvo que realizar en el banquillo de los acusados, ya que el juez tuvo la deferencia de permitir que la señora se sentara en los sillones de los letrados, sin duda mucho más cómodos y acolchados que un banquillo de madera sin respaldo.
Muchos de quienes han tratado con ella dicen que su carácter es frío y distante, como el de una «femme fatale» del cine negro norteamericano. Pero el jefe de Gabinete de Presidencia de la Cámara autonómica, Maties Baron, no opina así. «Es cierto que quizás da esa imagen de persona distante, pero quienes hemos trabajado con ella sabemos que es afectuosa, extremadamente educada y que sabe escuchar». Destaca Baron que muy pocas veces la presidenta del Parlamento balear toma una decisión sola. «Únicamente cuando está muy convencida de algo es difícil hacerla cambiar de opinión». Y una vez más en su defensa, insiste en que «trabaja siempre de igual a igual» con todas las personas de su Gabinete. «En definitiva, transmite buenas vibraciones», concluye su colaborador con buen humor.
Su política ha sido muy criticada por populista y por un cierto clientelismo desde el que ha repartido generosas dádivas y subvenciones con las que ha pretendido prevenir o contrarrestar posibles críticas a su gestión. Lo que en buena medida ha ido consiguiendo hasta ahora, al menos en ciertos ámbitos y medios periodísticos.
Banderas a tutiplén
A lo largo de su dilatada trayectoria política, de Munar se reconoce como positivo que consiguiera que el Consejo de Mallorca haya llegado a ser finalmente el verdadero gobierno de la isla, dotándolo de auténticas competencias, o la recuperación de elementos culturales propios de Mallorca o de los distintos municipios isleños. El signo distintivo siempre ha sido de su predilección. En la celebración en el año 2006 de la «diada» institucional, distribuyó miles de banderas mallorquinas para ser colgadas en los balcones, iniciativa también de notable éxito, aunque sólo fuera por inundación, pues todavía hoy es posible ver algunas de aquellas insignias en algún balcón, si bien un tanto descoloridas y deshilachadas ya por el tiempo, eso es cierto.
Durante mucho tiempo decir Unión Mallorquina ha sido decir Maria Antònia Munar. De UM, bien puede aseverarse que ha sido tanto testigo de los triunfos como sufriente de los traspiés y azarosos avatares de su actual presidenta de honor. Tal ha llegado a ser el grado de identificación entre ambos.
Al igual que había ocurrido en otras comunidades, la práctica desaparición de Unión de Centro Democrático (UCD) a finales de 1982 propició que nacieran en el archipiélago varias formaciones regionalistas. De ellas pronto descolló Unión Mallorquina como la más importante. Munar también procedía de las filas del histórico partido centrista, y pronto empezó a despuntar en las filas de la nueva formación «liberal». Aunque habría que puntualizar que con seguridad habría despuntado en cualquier otro partido por carácter y posicionamiento. Máxime si tenemos en cuenta que, pese a la desaparición de UCD, en Baleares, desde el PP hasta Esquerra, todos se consideran más o menos de centro y que la etiqueta de liberal y nacionalista ha tenido buena entrada.
Gracias a su inicial carácter regionalista, Unión Mallorquina pudo pactar durante sus primeros años de vida de forma regular con AP, el PDP o el PL, que tras la refundación de AP se acabarían integrando en el Partido Popular. El giro ideológico decisivo se produjo, sin duda, en el quinto congreso de UM, celebrado en el año 1992, en el que Maria Antònia Munar fue elegida presidenta. Entonces fue cuando el partido se declaró por vez primera, de forma explícita, como una formación política nacionalista, lo que de forma sutil abría las puertas a llegar en el futuro a pactos con otras formaciones más allá del PP. Un giro muy oportuno para mantenerse siempre en el poder, ganara quien ganase en la elecciones. Y así ha sido hasta hoy en día, en que todavía se mantiene inalterable la percepción de que la presidenta del Parlamento balear sigue siendo un auténtico enigma. Ahora sólo falta saber si en el futuro seguirá siendo, aún, el enigma que siempre gana.
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